Vergüenza contra dinero
La frase no es mía, es de un político cubano quien, a mediados del siglo pasado combatió ferozmente la dictadura de Gerardo Machado, habiendo sufrido cárcel, torturas y vejámenes. Continuo su lucha combatiendo políticamente al gobierno de Grau San Martin, y su pandilla de ladrones quienes impusieron uno de los regímenes más intolerables en la historia de Cuba.
Siguió su lucha defendiendo la libertad en contra de Fulgencio Batista.
Eduardo Chivás y Rivas, ofrendó su vida pretendiendo calar en la conciencia del pueblo cubano y en los líderes políticos de aquel tiempo, los valores de la democracia. Frustrado, convencido de que el camino de las rectificaciones de aquella sociedad, estaba muy lejos de alcanzarse. Entonces escogió el camino del suicidio haciéndolo en medio de su programa radial.
Mas de sesenta años después, en nuestra Honduras, esta frase esta como “salida del horno”; el dinero mal habido que envilece y destruye valores morales es el tema toral en todas las conversaciones. No solo es “sal y pimienta” en las tertulias entre ciudadanos, sino también combustible para chismes y desinformaciones en las redes sociales; sin olvidar que es motivo de preocupación de los miles de hondureños que ven en la corrupción, el cáncer que destruye las entrañas de nuestra institucionalidad y que amenaza con empujarnos a un precipicio del cual no saldremos ni en las tres generaciones venideras.
La corrupción no solo se disfraza de sobrevaloraciones, compra de insumos vencidos, implementos obsoletos o inapropiados, favoritismo por intermediarios, cómplices, hurto de medicamentos y equipo especializado de los hospitales; Y miles de otras artimañas inmorales e ilegitimas, todo dentro de un gran carnaval de sinvergüenzadas. Los corruptos, cabalgando en el “brioso potro del cinismo” ya perdieron el miedo por los entes contralores, policías, MP, TSC y tribunales, no escarmientan, aun viendo colegas pagando sus imperdonables pecados, con sus huesos en las cárceles. Allí no termina, esta horrenda pesadilla, existe otro virus criminal y silencioso, un virus que destroza los parámetros morales de nuestra administración publica; cual es, la corrupción impregnada de legalidad, pero, ayuna de moralidad.
Las instituciones descentralizadas del Estado, se convirtieron en la cuna de las más vergonzosas y abusivas negociaciones colectivas. Los presupuestos, se orientaron mayormente a satisfacer las demandas salariales excesivas de un personal que tomó por asalto los recursos limitados de esas dependencias; todo ello, con la complicidad de sus gerencias, presidencias y direcciones generales, se construyeron caminos expeditos para recetarse (los altos círculos privilegiados) enormes salarios, bonificaciones y otros beneficios; Pagados con las lágrimas, sudor y sangre de los hondureños contribuyentes al fisco nacional. La última publicación de los salarios y monstruosas bonificaciones del Banco Central y otras instituciones con nombres rimbombantes, nos hace irnos “de bruces para atrás”, nos provocan ira y nausea los 16 sueldos mensuales de más de un cuarto de millón de lempiras cada uno, son injustos e inmorales para un pueblo pobre; más, cuando estos “obsequios o becas” son recibidos por inexpertos jóvenes, cuya sola gracia es ser hijos o ahijados o novios o amantes de los “mandamases de turno”, quiénes no ocultan tras sus cínicas sonrisas el placer de violar una y otra vez la inocencia de un pueblo oprimido y explotado por centurias.
Así es mi Honduras, si Eduardo Chivás viviera se sentaría a llorar a lagrima tendida al descubrir que su sacrificio fue en vano.
La vergüenza todavía no puede vencer el impulso de los corruptos por el dinero mal habido.
¡Hasta cuando Dios mío!
Olban Valladares,
Artículo de opinión, El heraldo, sábado 25 de abril de 2020